Francisco Fernández-Carvajal 09 de diciembre de 2024
@hablarcondios
—Confesión de los pecados y propósito de enmienda. Confesión individual,auricular y completa.
— Anteel mismo Jesucristo. Confesión frecuente.
— CadaConfesión, un bien para toda la Iglesia. La Comunión de los Santos y elsacramento de la Penitencia.
I.Unavoz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepaun camino para nuestro Dios. Que los valles se levanten, que montes y colinasse abajen, que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale1.
Elmejor modo de disponer nuestra alma al Señor que llega es preparar muy bien laConfesión. La necesidad de este sacramento, fuente de gracia y de misericordiaa lo largo de toda nuestra vida, se pone especialmente de manifiesto en estetiempo en el que la liturgia de la Iglesia nos impulsa y nos anima a esperar laNavidad.
Ellanos ayuda a rezar pidiendo:Señor Dios, que para librar al hombre de laantigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo; concede, a losque esperamos con devoción su venida, la gracia de tu perdón soberano y elpremio de la libertad verdadera2.
LaConfesión es también el sacramento, junto a la Sagrada Eucaristía, que nosdispone para el encuentro definitivo con Cristo al fin de nuestra existencia.Toda nuestra vida es un continuado adviento, una espera del instante últimopara el que no dejamos de prepararnos día tras día. Nos consuela pensar que esel mismo Señor quien ardientemente desea que estemos con Élen latierra nueva y en el cielo nuevo que nos tiene preparados3.
CadaConfesión bien hecha es un impulso que recibimos del Señor para seguiradelante, sin desánimos, sin tristezas, libres de nuestras miserias. Y Cristonos dice de nuevo:Ten confianza, tus pecados te son perdonados4,hijo mío, vuelve a empezar... Es Él mismo quien nos perdona después de lahumilde manifestación de nuestras culpas. Confesamos nuestros pecados «a Diosmismo, aunque en el confesonario los escuche el hombre-sacerdote. Este hombrees el humilde y fiel servidor de ese gran misterio que se ha realizado entre elhijo que retorna y el Padre»5.
«Lascausas del mal no deben buscarse en el exterior del hombre, sino, sobre todo,en el interior de su corazón. También su remedio parte del corazón. Porconsiguiente los cristianos, mediante la sinceridad en su propio empeño deconversión, deben rebelarse frente al achatamiento del hombre, y proclamar consu propia vida la alegría de la verdadera liberación del pecado (...) medianteun sincero arrepentimiento, de un firme propósito de enmienda, y de una firmeconfesión de las culpas»6.
Paraquienes han caído en pecado mortal después del Bautismo, este sacramento es tannecesario para la salvación como lo es el Bautismo para los que aún no han sidoregenerados a la vida sobrenatural: «es el medio para saciar al hombre con lajusticia que proviene del mismo Redentor»7.Y es de tanta importancia para la Iglesia, que «los sacerdotes pueden verseobligados a posponer o incluso dejar otras actividades por falta de tiempo, peronunca el confesonario»8.
Todoslos pecados mortales cometidos después del Bautismo, y las circunstancias quemodifiquen su especie, deben pasar por el tribunal de la Penitencia, en unaConfesión auricular y secreta con absolución individual.
ElSanto Padre nos pide a todos que hagamos cuanto esté en nuestras manos «paraayudar a la comunidad eclesial a apreciar plenamente elvalor de laConfesión individualcomo un encuentro personal con el Salvadormisericordioso que nos ama, y a ser fieles a las directrices de la Iglesia enun asunto de tanta importancia»9.
«Nopodemos olvidar que la conversión es un acto interior de una especialprofundidad, en el que el hombre no puede ser sustituido por otros, no puedehacerse “reemplazar” por la comunidad»10.
II. LaConfesión, además de sercompletaen lo que se refiere a lospecados graves, ha de sersobrenatural: conscientes de que vamos apedir perdón al mismo Señor, a quien hemos ofendido, pues todo pecado, tambiénaquellos que se refieren a nuestros hermanos, son ofensa directa a Dios.
LaConfesión hecha con sentido sobrenatural es un verdadero acto de amor a Dios,se oye a Cristo en la intimidad del alma que dice, como a Pedro:Simón,hijo de Juan, ¿me amas?Y con las mismas palabras de este apóstol lepodremos también decir:Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te11.Señor, Tú sabes todas las cosas, Tú sabes que te amo..., a pesar de todo.
Despuésdel pecado mortal, la mayor desgracia para el alma es el pecado venial, puesnos priva de muchas gracias actuales. Cada pequeña infidelidad es un grantesoro perdido: disminuye el fervor de la caridad, aumenta las dificultadespara la práctica de las virtudes, que cada vez se presentan como más difíciles;y predispone al pecado mortal, que llegará si no se reacciona con prontitud.
LaComunión y la Confesión frecuentes son la mejor ayuda en la lucha para evitarlos pecados veniales. En la Confesión obtenemos, además, específicas graciaspara evitar esos defectos y pecados de los que nos hemos acusado y arrepentido.Amar la Confesión frecuente es síntoma de finura de alma, de amor a Dios; sudesprecio o indiferencia sugiere falta de delicadeza interior y,frecuentemente, verdadero endurecimiento para lo sobrenatural.
Lafrecuencia de la Confesión viene determinada por las particulares necesidadesde nuestra alma. Cuando una persona esté seriamente determinada a cumplir lavoluntad de Dios en todo y ser del todo de Dios, tendrá verdadera necesidad deacudir a este sacramento con más frecuencia y puntualidad: «la confesiónrenovada periódicamente, llamada “devoción”, siempre ha acompañado en laIglesia el camino de la santidad»12.
III. Lareconciliación de cada hombre con Dios y con la Iglesia en el sacramento de laPenitencia es uno de los actos más íntimos y personales del hombre. Muchascosas fundamentales cambian en el santuario de la conciencia en cada Confesión.A la vez, no podemos olvidar que este sacramento entraña una profunda einseparable dimensión social. Muchas cosas cambian también en el ámbitofamiliar, en el estudio, en el trabajo, con los amigos, etcétera, de la personaque se confiesa.
Elpecado, porque es la mayor tragedia para el hombre, produce un profundodescentramiento en quien lo comete. Y quien está descentrado, descentra tambiéna quien tiene a su alrededor. En el sacramento de la Penitencia, el Señorcoloca de nuevo las cosas en su sitio; además de perdonar el pecado, introduceen el alma el orden y la armonía perdidos.
UnaConfesión bien hecha es un gran regalo a todos aquellos que conviven y trabajancon nosotros; también se beneficia de ella otra muchísima gente con la que nosrelacionamos todos los días. Se hacen y se dicen las cosas de muy diferentemanera cuando hemos recibido a su tiempo la gracia de este sacramento.
Cuandoun fiel se confiesa, también se opera un bien incalculable en toda la Iglesia.Toda Ella se alegra y se enriquece misteriosamente cada vez que el sacerdotepronuncia las palabras de la absolución. Por la Comunión de los Santos, cadaConfesión tiene sus resonancias bienhechoras en todo el Cuerpo Místico deCristo.
En lavida íntima de la Iglesia –de la que Cristo es la piedra angular– cada fielsostiene a los demás con sus buenas obras y merecimientos y es a la vezsostenido por ellos. Todos nos necesitamos y, de hecho, estamos continuamenteparticipando de bienes espirituales comunes. Nuestros propios merecimientosestán ayudando a nuestros hermanos los hombres repartidos por toda la tierra;así mismo, el pecado, la tibieza, los pecados veniales, el aburguesamiento, sonlastre para todos los miembros de la Iglesia peregrina:si padece unmiembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todoslo otros a una se gozan13.
«Esesta la otra cara de aquella solidaridad que, a nivel religioso, se desarrollaen el misterio profundo y magnífico dela comunión de los santos,merced a la cual se ha podido decir que “toda alma que se eleva, eleva almundo”. A estaley de la elevacióncorresponde, pordesgracia,la ley del descenso, de suerte que se puede hablar deunacomunión del pecado, por el que un alma que se abaja por elpecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero. En otraspalabras, no existe pecado alguno, aun el más íntimo y secreto, el másestrictamente individual, que afecte exclusivamente a aquel que lo comete. Todopecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor daño en todoel conjunto eclesial y en toda la familia humana»14.
Cuandoalguien se acerca con buenas disposiciones a la Confesión es un momento dealegría para el propio penitente y para todos.Cuando encuentra ladracma, llama a sus amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo15.Los bienaventurados del Cielo, las benditas almas del Purgatorio, y la Iglesiaque todavía peregrina en este mundo se alegran cada vez que se imparte unaabsolución.
«Desatar»los vínculos del pecado es al mismo tiempo atar los nudos de la fraternidad.¿No deberíamos ir a este sacramento con más alegría y con más prontitud,sabiendo que estamos ayudando, por el mismo hecho de confesarnos bien, a tantosotros cristianos y especialmente a quienes están más cerca de nosotros?
Pidamosa Dios con la Iglesia:que la presencia de tu Hijo, ya cercano, nosrenueve y nos libre de volver a caer en la antigua servidumbre de pecado16.
1Is40,1-11. —
2Oraciónde la Misa. Sábado de la 1ª Semana de Adviento. —
3Apoc21,1. —
4Mt9,2. —
5JuanPablo II,Hom. Parroquia S. Ignacio de A., Roma,16-III-1980. —
6Cfr.ídem,Homilía,Roma,5-IV-1979. —
7ídem,Enc.Redemptor hominis, 20. —
8ídem,Roma, 17-XI-1978. —
9ídem,Alocución,Tokio, 23-II-1981. —
10ídem,Enc.Redemptor hominis, 20. —
11Jn21,17. —
12JuanPablo II,Alocución, 30-1-1981. —
131Cor12, 16. —
14JuanPablo II, Exhort. apost.Reconciliatio et Paenitentia,2-XII-1984, 16. —
15Lc15,19. —
16Oraciónde la Misa. Martes de la 1ª Semana de Adviento.
Tomadode: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria/1/